viernes, 23 de septiembre de 2016

LAS AGUSTINAS RECOLETAS DESCALZAS, IV CENTENARIO DE SUS CONSTITUCIONES.


Dentro del espíritu reformista de las órdenes religiosas en el siglo XVI, tiene lugar la celebración del Capítulo de Toledo celebrado por los Agustinos en el que se contemplará la erección de tres o más conventos de religiosas que vivan una vida más austera y contemplativa. Su primer convento, será el de la Visitación en Madrid en 1589. En su fundación intervino de modo determinante el beato Alonso de Orozco.
El mismo Orozco se encargó esbozar un reglamento que, unido a las constituciones generales de la orden, habría de encauzar la vida de las religiosas,  centrada en la pobreza y penitencia, la vida común y la clausura. Su sistema de vida no pasó desapercibido en los conventos femeninos de la orden. En Ciudad Rodrigo una joven profesa, llamada Mariana de san José deseaba llevar mayor vida ascética en su clausura.
La muerte del Padre Orozco a punto estuvo de terminar con el movimiento reformista ya que  parece que hacia 1610 ya había perdido algo de fuerza. Pero la reforma seguirá adelante gracias a la figura de la madre Mariana de san José (1568-1638) personalidad carismática capaz de encauzar sus destinos. El 8 de mayo de 1603, en estrecha colaboración con el padre Agustín Antolínez, había establecido la tercera comunidad recoleta en la villa guipuzcoana de Eibar.
LAS CONSTITUCIONES DE 1616
El padre Antolínez esbozó la primera constituciones, luego la madre Mariana fue retocando y perfeccionando, en 1616 alcanzó su configuración definitiva. En 1619 el texto mereció la confirmación de Paulo V y seis años más tarde, en noviembre de 1625, Urbano VIII lo impuso a todos los conventos de agustinas recoletas.
Estas constituciones son el texto carismático fundamental de la Recolección femenina: Constan de 39 capítulos y un prólogo donde  se afirma el origen divino de la comunidad, se enuncia su propósito y se la coloca bajo el amparo de quien le dio el ser; se prescriben dos horas diarias de oración, la recitación llana y pausada de las horas canónicas; comunidades pequeñas, porque en ellas se conserva más fácilmente la paz y la caridad fraterna; anticipan el adviento a mediados de septiembre; aumentan notablemente la frecuencia de la comunión y de las disciplinas; aspirando a crear una auténtica vida común, con exclusión de cuanto suene a peculio, privilegio o trato de excepción.
Las monjas recoletas ofrecen su vida “por las necesidades de la Iglesia”, por lo que, «siendo, como son, estas necesidades continuas, debe ser también continua su oración”. La soledad aparece como absolutamente necesaria para alcanzar la perfección, ya que sin soledad no hay posibilidad de oración y sin oración todo intento de conseguir la perfección queda reducido a simple veleidad. Por tanto, la religiosa debe permanecer la mayor parte de la jornada recogida “en celda aparte”, “a solas” con Dios .
LA CASA DE CARMONA

Fiel a estas constituciones ha vivido desde sus inicios la comunidad de las Agustinas descalzas de Carmona, fundación realizada en 1628, encomendada por la Madre Mariana de San José  a su más estrecha colaboradora, la Madre María del Espíritu Santo que debió vencer multitud de obstáculos pues a la falta de recursos económicos se le unieron la oposición de los Regidores de la Ciudad y diversos pleitos que le interpusieron los conventos de Santa Clara y los franciscanos por las propiedades legadas a la fundación. La madre María del Espíritu Santo supo granjearse el afecto de todos y la pequeña comunidad dejada a su muerte creció gracias a las grandes muestras de austeridad y vida consagrada a la oración.

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